A los seres humanos nos gusta consultar oráculos. Lo hemos hecho desde épocas remotas. Porque el miedo a lo desconocido, al futuro, a lo que no podemos explicar, ha sido parte de nuestro desarrollo como especie. Chamanes, brujas, sabios, estrellas, runas, tarot, horóscopos, I-ching y muchos otros pueden ser fuente de información ligera o tomar un peso a veces insospechado en la vida de las personas. Algunos incluso, dejando su vida en manos de estos instrumentos.
Pero la verdad es que los oráculos, en todas sus formas, son símbolos, hablando directo desde y hacia nuestro inconsciente, y por eso mismo el poder que cada uno le otorgue es personal, no inherente a ellos.
La numerología tántrica, como tantos, es un sistema que puede medir tendencias, puede ayudar a conocer el mundo interior de una persona y ayudarle a navegar el terreno desconocido dentro de sí mismo. A veces, su mirada nos puede asesorar en momentos de indecisión, a la hora de evaluar caminos u opciones, momentos y alianzas.
La numerología tántrica se vuelve terapéutica cuando nos muestra más sobre nuestro lado oculto, el lado B, y nos muestra estrategias para producir cambios. No es una forma de etiquetarnos o clasificarnos, no nos cierra las puertas, ni ofrece una excusa para ser como somos. Sino todo lo contrario, nos abre al gran misterio que somos nosotros mismos, nos muestra las fortalezas, las áreas débiles, las tendencias de nuestras reacciones, para que tomemos un poco más el rol de ser creadores de nuestro mundo, y no de ser carceleros de nuestra propia vida.